jueves, 27 de noviembre de 2008

Dictado

El viajero, que había andado algunos pasos junto a su guía, se detuvo asombrado de la fantástica perspectiva que se ofrecía ante sus ojos. Hallábase en un lugar hondo, semejante al cráter de un volcán, de suelo irregular, de paredes más irregulares aún. En los bordes y en el centro de la enorme caldera, cuya magnitud era aumentada por el engañoso clarooscuro de la noche, se elevaban figuras colosales, hombres disformes, monstruos colgados y patas arriba, brazos inmensos despedezándose. Parecía la petrificación de una orgía de gigantescos demonios; y sus manotadas, los burlones movimientos de sus desproporcionadas cabezas, habían quedado fijos como las inalterables actitudes de las esculturas. El silencio que llenaba el ámbito del supuesto cráter era un silencio que daba miedo. Se creería que mil voces y aullidos habían quedado también hechos piedra, y piedra eran desde siglos y siglos.

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